Nunca he sabido bien definir géneros, subgéneros, categorías… Porque… ¿quién pone los parámetros? ¿Cada uno tiene los suyos con unas reglas básicas, infranqueables?, ¿o acaso los dicta alguna autoridad literaria, los editores, las corrientes de opinión? ¿Será que a todo le tenemos que poner nombre y al menos dos apellidos, será una simple cuestión práctica para su buena ubicación en los anaqueles de las casas y las librerías? No lo sé, pero hoy escribo de uno de esos libros que están adscritos al género de la ciencia ficción. Uno de los grandes.
Stanislaw Lem nació en 1921 en la ciudad de Lvov, en una Ucrania que ese año era independiente, dos años antes dividida en dos, un año después, vuelta a dividir y dependiente de Polonia y Rusia… Algo Kafkiano que influirá en su obra más que el propio escritor checo. La acción la tuvo que tener bien presente, pues su familia judía se salvó durante la II Guerra Mundial gracias a unos papeles de identidad falsos. A partir de ahí retoma su carrera de medicina -en contacto con la ciencia- y convive con política que le rodea -en contacto con la ficción (siendo de ideas socialistas, no comulgaba con el sistema soviético). Con todos estos mimbres, es normal que este autor escribiese hasta libros con críticas de obras inexistentes, a lo Borges.
Pero el libro del que me dispongo a hablar sí que es real. ¡Vaya que si lo es! Diarios de las estrellas son las aventuras del cosmonauta Ijon Tichy, el cual se verá envuelto en tramas planetarias tan inteligentemente expuestas como divertidamente servidas.
Lleno de ironía, de pesimismo, de humor negro, Lem se sirve de los planetas explorados para hacer profundas reflexiones acerca de la condición humana. Hasta la de sus últimas consecuencias: es apasionante leer los problemas que plantea de, por ejemplo, la identidad humana. Pero no sólo del homo sapiens; el autor expone toda una serie de problemáticas derivadas de la sociedad, el ecologismo, la inteligencia artificial. Y suena original en la mayoría de las veces. Entre tanto tópico, sale airoso. El humor que expone en su escrito ayuda a que todo nos llegue de mejor manera, quizá con mayor inteligencia.
En resumidas cuentas, una obra que no sólo no se debería perder ningún amante al género, sino que la debería leer todo aquel que se interese por la condición humana y por los hipotéticos caminos que el ser humano puede recorrer.