Nick Corey es el sheriff del pequeño pueblo de Pottsville, un pueblo cualquiera en el salvaje Oeste americano. El título de la novela alude a la población del mismo (aunque haya una discusión entre el protagonista y el sheriff del pueblo vecino sobre si en esas 1280 almas están contabilizados los negros o no, ya que para el otro sheriff estos no tiene alma) y todo arranca cuando están llegando las nuevas votaciones para elegir de nuevo al sheriff del lugar.
Nick es un tipo vago, tonto y cobarde que gana elección tras elección a base de no meterse en la vida de nadie. O eso es lo que parece. Página tras página y capítulo tras capítulo vemos como el abúlico sheriff de Pottsville esconde tras su máscara de estupidez un rostro inmoral, capaz de las mayores vilezas para mantenerse en el poder siempre y cuando nadie se entere de ellas.
Un tonto que no es tan tonto y un protagonista que es todo lo contrario a lo que estamos acostumbrados y que acabamos deseando que alguien le ajuste las cuentas (aunque tampoco podamos evitar que nos caiga en parte simpático por la forma en la que tiene de plantearnos sus problemas).
El estilo de la obra es directo, afilado, sin concesiones, lleno de diálogos ingeniosos y monólogos internos del protagonista (dirigidos a él mismo y a nosotros como lectores) que realmente hace este libro de 200 páginas algo único.
Lo leí despues de que me fuese fervientemente recomendado por dos amigos a los que le encantó y que como yo son seguidores de Deadwood, una serie sobre un pueblo del salvaje Oeste donde impera la ley del más fuerte, totalmente alejada de los tópicos a los que el cine western nos tiene acostumbrados. Si te gusta una casi seguro que te gustará la otra.
Ahora bien, ¿es 1280 Almas una novela histórica? Rotundamente no. Su ambientación en un pueblo del Far West está realmente conseguida, así como refleja la vida cotidiana del lugar, pero no es una novela histórica más allá de la ambientación. Es una novela negra, que bucea en los rincones oscuros de la sociedad, en los bajos fondos tanto de la ciudad como del alma humana, en el crimen y el asesinato a sangre fría.
Vamos, que pese a todo no es una novela para todos los estómagos. Cruda y dura, puede resultar excesiva para el lector más «delicado».
Pero que nadie a quien le atraiga el tema debería dejar pasar.
Su autor, Jim Thompson, es considerado uno de los escritores malditos de los Estados Unidos y su nombre apareció en las listas negras durante la «Caza de Brujas».
Su padre fue sheriff en un pueblo en una residencia de indios nativos y tuvo problemas con la justicia por corrupción y otras acusaciones, por lo que la narración del libro puede basarse en parte en su visión de la vida que tuvo cuando era un niño (nació en 1906 y esta novela la publicó en los años 60, y debió causar un gran revuelo por su lenguaje y contenido). No obstante escribió un buen puñado de novelas negras (algunas auto-biográficas) y fue co-guionista de un par de películas de Kubrick (Atraco Perfecto y Senderos de Gloria). También algunas de sus novelas se convirtieron en películas, como La Huida, dirigida por Sam Peckinpah y Los Timadores de Stephen Frears. Pero Thompson siempre fue un escritor fracasado, olvidado y refugiado en el alcohol. Sobrevivió escribiendo guiones para series de televisión y con lo poco que le aportaban los derechos de sus novelas. Aun así, siempre pensó que se haría famoso tras su muerte. Y parece que no se equivocó.