Ojeando lomos de libros apilados en una estantería los ojos se pararon en este título: Escupiré sobre vuestra tumba. Desde luego lo primero que te viene a la cabeza, al menos en mi caso, es venganza por un putadón imperdonable. Posteriormente, surge la pregunta sobre cuáles serían los motivos para esa posible venganza. Había pues que leerlo si quería enterarme.
Novela negra criticada en su tiempo, mediados del siglo XX, y admirada ahora, que fue escrita por el francés Boris Vian. Un botón más en la hipocresía reinante de cada momento. Si alguien presentase un texto similar hoy en día no sé si alguna editorial se atrevería a publicarlo y si lo consiguiese no imagino cuanta crítica recibiría el sujeto que seguramente acabaría en prisión. Eso sí, pasados unos años lo mismo es la hostia en verso y recibiría multitud de premios póstumos. Valorar el arte, sea cual sea su disciplina llega tantas a veces a deshora.
Fue escrita bajo el pseudónimo de Vernon Sullivan del que se quiso hacer creer que era un escritor negro norteamericano que escribía para denunciar la situación de los afroamericanos en el norte del nuevo continente. Esto tal vez suavizó el tratamiento, ya que incluía un factor de comprensión. Cuando se supo que era un pseudónimo de Vian, se lió parda.
El libro, corto, muy corto, nos narra en primera persona el destino de Lee Anderson, hombre de «raza» negra que puede pasar por blanco por la claridad de su piel, color de pelo y facciones. El desencadenante de la historia es el asesinato de su hermano por parte del padre y el hermano de una chica blanca con la que estaba relacionado. Lee, por medio de su otro hermano, Tom, consigue un trabajo alejado de esa ciudad. Y será en la nueva localidad donde comenzará a planear su venganza, a buscar sus objetivos en medio de continuas orgías llenas de sexo y alcohol con los jóvenes del pueblo y donde se llegan a ver incluso casos de abusos no consentidos a menores, parte realmente jodida del libro pero que resulta cotidiano en muchos lugares del planeta. Mirar hacia otro lado y no querer ver no creo que nos haga mejor personas, tal vez más hipócritas. Y como existe, Sullivan, o Vian, lo escribe sin el menor pudor.
Destacaré por encima de todo los diálogos, la provocación continua y lo bien construidos que están los personajes, sobre todo su protagonista. La violencia extrema solo aparece en la parte final y baste ver telediarios o leer algo de prensa habitualmente para que no nos resulte chocante.
El final no puede ser otro que el que es. No es una historia donde se comen perdices porque busca una denuncia de una situación real y palpable en la época, maquillada hoy un poquito.
No es una simple carta privada a Pen, es una historia dura, tanto que el propio Vian sufrió un infarto en un cine donde se proyectaba la versión cinematográfica de la obra y murió camino del hospital a la edad de 39 años.