De los obituarios que leo -algunos perpetrados sin cariño por becarios maldispuestos para el archivo de moribles- me quedo con el propio texto que dejó Delibes como introducción a sus obras completas y que publica hoy La Información.
Advierto que es tristísimo, y que a mí me afectó mucho más que la noticia de su muerte, hace unas horas. En él cuenta que murió como escritor hace doce años en la sala de un quirófano y que acabó como más temía, "incapaz de abatir una perdiz roja ni de escribir una cuartilla con profesionalidad". Y que el otro Delibes, el que le sobrevivió, se dedicó a la vida contemplativa.
Pero también describe a un hombre que dedicó su vida a su verdadera pasión, y lo hizo con verdadera pasión, hasta que ya no pudo. Ojalá pudiera yo, que me pierdo en la más minúscula de las efervescencias, decir lo mismo.
Después de El hereje
Aunque viví hasta el 2000..., el escritor Miguel Delibes murió en Madrid el 21 de mayo de 1998, en la mesa de operaciones de la clínica La Luz. Esto es, los últimos años literariamente no le sirvieron de nada.
El balance de la intervención quirúrgica fue desfavorable. Perdí todo: perdí hematíes, memoria, dioptrías, capacidad de concentración... En el quirófano entró un hombre inteligente y salió un lerdo. Imposible volver a escribir. Lo noté enseguida. No era capaz de ordenar mi cerebro. La memoria fallaba y me faltaba capacidad para concentrarme. ¿Cómo abordar una novela y mantener vivos en mi imaginación, durante dos o tres años, personajes con su vida propia y sus propias características? ¿Cómo profundizar en las ideas exigidas por un encargo de mediana entidad? Estaba acabado. El cazador que escribe se termina al tiempo que el escritor que caza. Me faltaban facultades físicas e intelectuales. Y los que no me creyeron y vaticinaron que escribiría más novelas después de El hereje, se equivocaron de medio a medio. Terminé como siempre había imaginado: incapaz de abatir una perdiz roja ni de escribir una cuartilla con profesionalidad.
No me quejaba. Otros tuvieron menos tiempo. Al fin y al cabo, setenta y ocho años son bastantes para realizar una obra. Le di gracias a Dios, que me permitió terminar El hereje, y me dediqué a la vida contemplativa. Las cosas que intenté no eran serias. Con mi hijo Miguel hicimos un libro sobre el cambio climático, en el que no intervine más que para hacer preguntas propias de un ciudadano preocupado, pero no aporté una sola idea. En Muerte y resurrección de la novela di a la estampa algo que tenía hecho para dar la sensación de que trabajaba, de que aún disponía de una vida activa.
Los optimistas que sobreviven a un cáncer suelen decir que lo vencieron. Yo no me atrevo a tanto. Los cirujanos impidieron que el cáncer me matara, pero no pudieron evitar que me afectara gravemente. No me mató pero me inutilizó para trabajar el resto de mi vida. ¿Quién fue el vencedor?
Y bien: cuando mi obra, dicho lo dicho, está concluida, y por tal la doy, veo con satisfacción que los prestigiosos editores de Círculo de Lectores y Ediciones Destino se ocupan ahora de recopilarla y reunirla en los siete volúmenes que van a configurar esta serie. Cada volumen, además, irá prologado por un destacado estudioso de mi obra. ¿Qué hacer sino sentirme halagado y agradecido? Si mi primera novela apareció en 1948 —hace ahora sesenta años— y la última en 1998, ha sido media centuria, la segunda del siglo XX, la que me he ocupado escribiendo y publicando libros. Y siempre con el beneplácito de mis lectores. También a ellos, y a cuantos ahora se asomen a las páginas de estas Obras completas, quiero agradecer sinceramente su benevolencia y fidelidad.
Sap
¿Con cuál os quedaríais de poder elegir una sola? Yo lo tengo claro, con "Diario de un cazador", primera entrega de aquella fallida trilogía, pues la siguió la olvidable "Diario de un emigrante" y la deleznable "Diario de un jubilado". Pero la primera, la del cazador que es Lorenzo, me parece una obra maestra del castellano, del hombre y de la lengua homónima. ¿Cómo puede interesar una historia donde se habla de cacerías de perdices y de conejos, tema que tanto me repatea, y de cuestiones domésticas de lo más común? ¡Tate, porque aquí el qué es lo de menos y el cómo lo importante! ¡y qué cómo el de Delibes, queridos niños! Exacto, conciso, limpio, riguroso, claro... otra lección de escritura, como la pasada que recibí con "El extranjero" de Camus.
El Josep Pla, tan rácano en todo, pero en epecial con los elogios a los colegas, no escatimó ninguno con Delibes. No es de extrañar. Son dos prosas muy parecidas, gemelas en muchos casos, aunque Delibes es más moderno, pero dos caras de la misma moneda. Me parece que ambos, Delibes y Pla, de haberse dado un paseo por este foro nos iban a reñir mucho a muchos por los excesos de rebabas y el tanto parloteo. Así que 'positivizando' su muerte, y para no olvidar su lección, no estaría mal pegarle un repaso en cuanto se pueda a "Las ratas", o a "El camino", o a "La hoja roja" o a "Viejas historias de Castilla la Vieja", la que dicen que fue la obra favorita de este hombre discreto que nació, oh casualidad, el mismo día del mismo mes de este que escribe.
:-/
Anaísel marzo 14 2010 15:00:51
Qué casualidad, ayer colgué el mismo obituario, tan lúcido y tremendamente triste en el foro.
Él siempre dijo que nunca, nunca fue la misma persona luego de perder a su mujer y, si nos fijamos en algunas de sus obras, se puede observar ese hondo calado de "media persona"
Si existe otro lugar, que disfruten juntos.